Cuando se anunció la boda de la princesa Victoria con Daniel, lo primero que hizo él en una entrevista televisiva junto a su novia, fue declarar públicamente que su enfermedad, que lo obligó a recibir un trasplante de riñón en el 2009, "no es hereditaria, sino congénita, que se descubrió después de una caída". Esto tranquilizó a quienes temían que una persona enferma o con algún problema genético estuviera entrando en la Familia Real.
Después de declarar esto, se le ha visto más relajado y amable, porque para muchos Daniel era "un enigma de muy pocas palabras". También es un hombre con paciencia, porque soportó en silencio años y años de críticas y rechazos de parte de su nueva familia política. Hubo un comentarista conservador sueco llamado Dick Erixon que públicamente se mostró "espantado" con la boda y encontró horrible "que un hombre criado en el pueblo de Ockelbo fuera aceptado como un miembro de la Familia Real, por lo que hay que pensar que los royals suecos perderán su estatus social y nadie los va a respetar".
A pesar de todo esto ¡triunfó el amor!, y en el 2008 el joven finalmente se mudó a un apartamento en Pagebyggnaden, el edificio donde vive el servicio que atiende a la Familia Real en su residencia oficial del palacio de Drottningholm, en la que Victoria ocupa el ala llamada Sjöflygeln. Pero no fue hasta el 2009 que el Rey finalmente dio el visto bueno a Daniel. Dicen que los matrimonios de tantos royals con personas sin sangre azul, como ocurrió con Leticia Ortiz, en España; Mette-Marit, en Noruega; Mary Donaldson, en Dinamarca, y Máxima Zorreguieta, en Holanda, hicieron recapacitar al Rey, quien aceptó que en Suecia ocurriera lo mismo. A partir de entonces comenzó el proceso de transformar el look de Daniel, cortándole de forma más moderna el pelo, cambiándole sus simples gafas por unas de diseñador y hasta quitándole la gorra de béisbol que llevaba a menudo. "La idea era quitarle el aire de entrenador personal y hacerlo lucir como un hombre joven de negocios", comentaron en la prensa. Y como el problema que tenía el Rey para aceptarlo no era solo que era plebeyo, sino que era "simple, con una gran falta de cultura", Daniel comenzó un entrenamiento en protocolo, historia sueca, política, economía, funcionamiento del Parlamento, etc.
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