Las revoluciones juveniles hicieron que las ceremonias matrimoniales se tomaran con más naturalidad y surgiera una nueva novia, impregnada por las corrientes sociales.
Avanzados los años 60, las abundantes revoluciones juveniles hicieron que las ceremonias matrimoniales se tomaran con naturalidad y que surgiera una nueva novia, impregnada de las corrientes sociales. Por un lado, apareció una novia con un aire infantil, luciendo minivestidos trapecios que carecían, sin embargo, de todo matiz de sensualidad.
Asimismo, los movimientos Hippies provocaron que su vestido también se llenara de motivos folclóricos, innovadores flores y colores. Del mismo modo, la “fiebre lunar” que se desató en esta década influyó en las novas, quienes incorporaban también motivos futuristas y espaciales en los materiales. En esta etapa, las opciones de la mujer del momento de casarse eran de lo más variopintas y se ofrecía una gran libertad de elección para las más atrevidas.
NOVIAS EN MINIFALDA
Entre las novias en minifalda que marcaron esta época cabe destacar a la siempre elegante Audrey Hepburn, que se decantó por el diseñador Hubert, de Givenchy, para vestirla en sus dos enlaces. Y es que no podía ser de forma ya que el diseñador francés era quién le había convertido en todo un paradigma de estilo, vistiéndola en gran parte de sus películas. Para su segunda boda, en 1969, se decantó por un mini vestido, un pañuelo y zapato plano, muy chic.
Por otro lado, en 1968, el afamado director Roman Polanski contraía matrimonio con la actriz Sharon Tate, qué reflejo a la perfección la esencia de la década luciendo minifalda, leotardos y en la cabeza llena de pequeñas flores. Quien también recogió las tendencias de su forma mítica fue Mia Forrow en su boda con Frank Sinatra. La actriz llevo dos piezas blanco de línea trapecio y mangas francesas.
En esta misma temporada, dos reyes de la música protagonizaron también sonoros enlaces en los que sus mujeres captaron todas las miradas.
Elvis Presley y Priscilla, quién lució un vestido recto tobillero, y Mick Jagger y Bianca, que se decantó por un traje de chaqueta con cuello de esmoquin y falda recta de Yves Saint Laurent. Un enorme sombrero añadió más atrevimiento al evento.
La variedad de estilos antes comentada condujo en las siguientes décadas a una mezcla en la que cada novia escogía su vestido en función de sus gustos personales, sin destacar ninguna tendencia correcta. En los 80, sin embargo, hubo una boda que marcó el curso de la moda nupcial que proseguiría: el enlace del Príncipe Carlos de Inglaterra con una jovencita Diana de Gales. El vestido de la joven, diseñado por Emanuel Ungaro, poseía un gran volumen, opulencia de telespectadores de todo el mundo.
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